Nota de opinión-Marcelo Maisonnave
Socio Pleno CANOB, Abogado y Docente (Facultad de Derecho UNR).
El pasado miércoles 21 de mayo, se llevó a cabo en el Estadio Cubierto la Asamblea Especial de asociados, donde se rechazó el presupuesto 2025/26 elaborado por la actual Comisión Directiva, y se eligieron a los miembros de la Comisión Electoral que tendrá la responsabilidad de conducir el proceso eleccionario del corriente año, con la meta de realizar elecciones el domingo 14 de diciembre. No pudo desarrollarse, en cambio, la Asamblea Extraordinaria prevista para la segunda parte de la cita, por una bochornosa escena de violencia que protagonizaron un grupo de personas que respondieron al presidente Ignacio Astore, cuando éste se negaba a reconocer el resultado de una votación.
Pasados unos días de un nuevo papelón institucional, vale la pena hacer algunas consideraciones y reflexiones, porque la vida política tiene que cambiar. Si no lo hiciera, el rumbo del club seguirá a la deriva, navegando en la mediocridad, en la pérdida de oportunidades, en el estancamiento, en el desprestigio y en el descrédito.
Newell’s recuperó la vida democrática en 2008, cuando la presión de miles de leprosos para ponerle fin a 14 años de un ciclo autoritario, sin elecciones, logró que se habilitaran las urnas y de ese modo Guillermo Lorente, referente del MOLE, se hizo cargo de la presidencia. Desde entonces, han pasado 17 años. Si bien el legado de la “era López” sigue siendo notable, en varios aspectos, resulta muy poco sincero y realista echarle la culpa de todos los males a una etapa que se cerró hace ya casi dos décadas. Es momento de revisar qué se ha hecho desde entonces.
La primera presidencia de Lorente tuvo como prioridad recuperar al club desde un pozo tal que se definía la situación como “Kosovo”, por el nivel de ruinas encontrado, tanto en lo que refiere a infraestructura, como al aspecto económico-financiero, al deportivo, al institucional, al social, en definitiva, todo Newell’s necesitaba volver a ponerse en movimiento tras tantos años de desidia y expulsión de los hinchas de su propia casa. Con luces y sombras a nivel deportivo, la llegada del Tata Martino al final del mandato significó una recuperación tal que se pudo armar un equipo súper competitivo (lo que generó que hubiera lista única para la renovación de autoridades en 2012), con el regreso de grandes figuras de la casa que jugaron uno de los mejores fútbol de la historia del club, con el título del 2013 como conquista. Sin embargo, rápidamente ese proceso se puso en crisis, y en marzo de 2015 el presidente Lorente tuvo que dejar sus funciones, siendo reemplazado por el vicepresidente Jorge Riccobelli. Nunca más el club encontraría la senda del orden, el crecimiento y el consenso. Ya llevamos una década en este estado.
Luego, los socios eligieron a Eduardo Bermúdez como presidente en 2016, en una elección sumamente fragmentada con seis listas participantes, resultando ganador una persona que ya había mostrado su incompetencia, rusticidad y falta de transparencia en gestiones anteriores. Como era previsible, su gestión naufragó en poco tiempo, cosechando el repudio de una enorme mayoría de socios. En medio de muchas renuncias, fue el vicepresidente Cristian D’Amico quien le puso el pecho a las balas y pudo encauzar mínimamente el barco para terminar el mandato, completando el pago de la deuda en fideicomiso generada en las gestiones de López. La salida de la intervención judicial, en plena pandemia, significaba un alivio mayúsculo que permitía tener esperanzas de un futuro mejor, al recuperar Newell’s el manejo autónomo de sus recursos.
Sin embargo, los pésimos resultados futbolísticos favorecieron las chances de Ignacio Astore, el candidato de gran parte de los sectores opositores, quien cosechó un histórico 75% de votos, es decir una mayoría abrumadora. Evidentemente, se trataba de una oportunidad inmejorable, ya sin control judicial y con semejante legitimidad política, de construir un consenso tal que fijara las bases del crecimiento por los próximos 10 años.
Está a la vista que se hizo prácticamente todo al revés. En materia económica, se triplicó la deuda heredada: de unos diez millones de dólares, se estima actualmente la deuda en treinta. En inferiores, se despidió sin fundamentos a Enrique Borrelli quien venía haciendo un gran trabajo, y se anduvo a los tumbos cambiando de coordinaciones durante todo el mandato. En lo futbolístico, qué más decir, si cambiaron decenas de directores deportivos como entrenadores, malgastando recursos, sin resultado alguno. Afortunadamente, el Ogro Fabbiani logró revitalizar la autoestima del plantel en estos meses para salir del fondo, porque el panorama era muy malo. Podemos valorar la nueva tribuna del Coloso Marcelo Bielsa, como el principal aporte de esta gestión, en lo que hace a la infraestructura; y el fomento del fútbol femenino profesional, que tuvo ya dos grandes éxitos.
Pero lo peor, considero que está en la cuestión política-institucional. Se repiten prácticas del pasado “lopecista”, con el uso de sectores violentos para amedrentar opositores, se desconocen cuestiones elementales del Estatuto, pero principalmente, se desperdició el enorme caudal de votos colectado al no haber convocado al diálogo ni a propios, ni ajenos. Astore se caracterizó por hacer una gestión sumamente estrecha, cerrada, soberbia, ciega, sorda, de espaldas a todas las agrupaciones, buscando permanentemente el rédito de corto plazo, todo lo cual generó el repudio de los hinchas infinidad de veces en el estadio. Realmente la situación era insostenible, insoportable, hasta la llegada de Fabbiani, que al menos alivió el contexto futbolístico.
Creo que el ciclo de Astore está absolutamente terminado. Su palabra vale lo mismo que nada, se ha cansado de mentir y de contradecirse, de tomar decisiones infundadas, de prometer y fallar, por lo cual seguir enfocado en él, o pretender humillarlo, o hacer leña del árbol caído, tampoco creo que sea necesario. Alcanza con controlarlo para que genere el menor daño posible hasta su inexorable fin de mandato.
Por eso planteo que la vida política de Newell’s tiene que cambiar. Ya es el tercer mandato consecutivo que termina a los tumbos, defraudando a la mayoría, con repudios masivos, con hechos bochornosos, sin diálogo ni unidad. En la última Asamblea, se llegó a silbar e insultar a socios muy jóvenes que tomaban la palabra por primera vez, mostrando su compromiso con los colores; se insultó y silbó a todos, como si el socio que hablara tuviera responsabilidad alguna con el mal momento, o como si no tuviera derecho a expresarse. ¿Qué sentido tiene ir a una Asamblea con ese espíritu?
Por estos hechos, reiterados hasta el hartazgo, por el fracaso repetido, creo que si no cambiamos, vamos a seguir en la mediocridad. Newell’s tiene que tener una vida política sana, robusta, democrática y comprometida. Mientras nosotros perdemos el tiempo en peleas intestinas inconducentes, otros clubes del país avanzan, crecen, se consolidan.
Por todo lo antedicho, en definitiva, propongo:
Que se promueva y garantice un proceso electoral transparente, participativo, abierto, donde se permita la participación de todos los que deseen hacerlo, para que sea una elección atractiva, competitiva, donde se confronten proyectos y argumentos, en lugar de chicanas o un falso marketing. Para esto se requiere compromiso y diálogo entre todos los actores: Comisión Directiva, Comisión Electoral, agrupaciones y candidatos.
Que todas las listas se pongan a trabajar en una reforma de Estatuto profunda, que debería ponerse en discusión durante el proceso electoral y continuar debatiéndose en el primer año del próximo mandato, para ser votada en lo posible a fines de 2026, con el mayor consenso posible. Sin privilegiar las mesas chicas, sin buscar protagonismos, sino con la convicción de buscar lo mejor para la vida institucional.
Dada la experiencia que vivimos desde 2008, creo que es indispensable para dar un salto de calidad a los debates políticos, contemplar en esa reforma estatutaria un registro de agrupaciones, e incorporar para ciertos temas la Asamblea por representantes. No van más las Asambleas multitudinarias, donde los oficialismos suelen introducir empleados o emplear la violencia, donde los tironeos y acusaciones entre los distintos grupos provocan que nadie escuche, que nadie proponga, que todo sea caótico. Es necesaria la participación masiva de los asociados, sí, pero si eso se desvirtúa y se transforma en una muchedumbre sin vocación de consenso, no tiene ningún sentido. La participación hay que ordenarla para que aporte al crecimiento de Newell’s.
En nuestra historia, hemos tenido figuras únicas e irrepetibles que nos han hecho muy grandes, como Adolfo Celli, Jorge Griffa y Marcelo Bielsa. Pero también hemos tenido dirigentes con enorme visión, como Víctor Heitz, Vicente Pomponio, Armando Botti, Eduardo Gallo, Mario García Eyrea o el propio Guillermo Lorente. Para retomar ciclos semejantes, lo primero es promover la participación, lo segundo ordenar el debate y lo tercero encontrar los puntos de acuerdo que no se toquen por 10 años. Sin soberbia ni ínfulas de oráculos que no existen.
Tenemos un potencial tremendo: está en todos nosotros no dejar pasar otra oportunidad.