La pregunta que se impone es fácil de enunciar pero difícil de dilucidar. ¿Hasta cuándo Newell’s va a convivir con la crisis? Sería fatídico que su gente se acostumbre a esta situación de precariedad permanente, en la que la falta de buenas administraciones durante varios años estancó a un club que supo ser uno de los íconos productivos del fútbol argentino.
Los problemas políticos, deportivos y económicos (entre otros) que padece Newell’s son todas consecuencias que parten de la misma causa: la inconcebible falta de gestión. Por la que hombres designados como dirigentes se muestran impotentes hasta para poder generar la más débil esperanza.
Esa falta de gestión, la ausencia de un cuerpo colegiado, la improvisación como herramienta, más la sucesión de malas decisiones no hicieron otra cosa que profundizar la orfandad institucional. Y así lograron que la incertidumbre se convirtiera en una huésped pupila de la entidad. Donde lo conveniente se presenta como una quimera y lo peor siempre está latente.
Al 2018 lo despidieron con el bochornoso capítulo de la búsqueda del entrenador y las diversas iniciativas no hicieron más que ratificar la impericia que distingue a esta conducción. Todo un tiempo perdido para concluir en la ratificación de Héctor Bidoglio, técnico que desde los escritorios ellos mismos esmerilaron por no haberlo confirmado desde un primer momento, a sabiendas de que a falta de dinero los que mandan tampoco tienen ideas.
Al 2019 lo recibieron con la vigente y exasperante demora en la contratación de los refuerzos. Otra demostración de la falencia descripta. Un panorama desolador. Por suerte para los rojinegros, el regreso de Maxi Rodríguez funcionó como un bienaventurado oasis en un extenso desierto, que fue factible por la determinación del futbolista en querer volver para concluir su carrera en el club.
Los deseos de Bidoglio por dirigir a Newell’s no le deben hacer perder de vista que las necesidades futbolísticas deben resolverse en tiempo y forma, razón por la cual no debe ceder en las exigencias en materia de refuerzos. En este deporte llegar tarde muchas veces no es llegar. Sería un error de su parte claudicar en los pedidos por el sólo hecho de permanecer.
Porque más allá de que restan diez partidos y la proyección de los guarismos no ofrece riesgo para la actual edición, en la próxima Superliga, con promedios o no, Newell’s necesita un plantel con una mayor cuota de jerarquía para recuperar la competitividad perdida hace un tiempo.
Sería pretencioso que algunos de los pocos directivos que hoy ostentan ese rango en Newell’s ofrezcan aunque sea unas mínimas explicaciones de los motivos por los cuales el club está en este cuadro de situación. Sería ostentoso el hecho de disponer de una conferencia de prensa porque Newell’s tiene una comisión tan reducida como distorsionada. Donde se habla poco y se dice nada. Como así un secretario técnico que quiere mantener un bajo perfil en un contexto en el que es imposible atajar tantos errores no forzados.
El equipo podrá competir y también ganar, pero lo cierto es que los resultados son conclusiones y no sólo de lo que se hace dentro del campo sino fundamentalmente fuera de él. Y Newell’s fuera de la cancha hace rato que no gana, porque hace tiempo que los que deben dirigir bien lo hacen muy mal y atentan así contra el porvenir del club.
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