El fútbol argentino tiene fechas históricas. Emblemáticas. Varias por conquistas mundiales. Otras por episodios puntuales en torno a un equipo. O a un gol inolvidable. Pero muchas también marcan trayectorias. Y en este contexto Rosario es una ciudad referente. Cuna de grandes protagonistas. Como Marcelo Bielsa. Un entrenador que forjó un estilo. Y que este 1º julio cumple 30 años desde que asumió como técnico de Newell’s en la primera división.
El 1º de julio de 1990, y tras un trabajo minucioso en la formación de futbolistas en el club que le forjó una identidad, asumió el desafío de dirigir al equipo de primera división, al que nutrió de una camada de jugadores que formateó en juego y temperamento.
Su método de trabajo, su obsesión, la innovación a las formas formatearon un estilo que irrumpió entre las dos tendencias que habían dominado en el fútbol argentino hasta ese momento, el esteticismo menottista y el pragmatismo bilardista. Las características personales y profesionales de Bielsa derivaron en el apodo que lo acompañó a lo largo de estos 30 años: el Loco.
El Loco en dos años marcó a fuego al club que ama. Y su gente lo convirtió en ídolo, tanto que el estadio lleva su nombre. Y añora que alguna vez vuelva a dirigir a Newell’s, un reencuentro muchas veces postergado pero no por ello soñado para los rojinegros.
Pero el inicio de Bielsa en Newell’s fue el punto de partida de una trayectoria que se emparentó con el reconocimiento internacional independientemente de los resultados deportivos. Por eso entre 1992 y 1996 México fue un precursor de gestión en divisiones inferiores, estructura no habitual por entonces en muchos de los clubes aztecas.
Y tras varios años en México volvió a la Argentina para dirigir a Vélez por un año y otra vez festejó un título: Clausura 1998.
Sus desafíos personales lo llevaron a España para dirigir al Espanyol de Barcelona, pero la imprevista propuesta para conducir a la selección nacional se convirtió en un objetivo ineludible. Sin dudas que su método se había convertido en algo insoslayable para una amañada AFA, y las dudas sólo giraban en cómo los principios indelebles de Bielsa encastrarían en una estructura tan sospechada como la organización del fútbol argentino.
Bielsa dirigió a la selección Nacional desde del 98 hasta septiembre de 2004, paseando con un juego eficaz y contundente las eliminatorias sudamericanas pero sucumbiendo en la primera fase del Mundial 2002.
La pronta eliminación del Mundial disparó un aluvión de cuestionamientos, no obstante logró reivindicar su forma al ganar la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, incluso rebatiendo a esteticistas y resultadistas, porque sus seleccionados jugaron bien y de 85 partidos sólo perdió 11.
No obstante tras la conquista olímpica llamó a una conferencia de prensa y renunció por falta de “energía”.
A los pocos años Chile consideró indispensable iniciar un proceso futbolístico que le otorgara a ese país una identidad, una organización previsible y sustentada en el respeto y la disciplina. Entonces contrata a Bielsa en 2007, y el deporte trasandino convirtió al Loco en una figura excluyente hasta 2011.
Después Bielsa hizo huella al andar por los diferentes países europeos. Fomentando el amor propio de varios clubes. España, Francia y ahora Inglaterra dan testimonio de la admiración hacia el técnico rosarino, más allá de la resultante. Incluso en Italia marcó su proceder cuando en Lazio se alejó antes de asumir porque los directivos no cumplieron con la palabra dada.
Hoy Bielsa transita un ciclo ejemplar en el Leeds United, que arrancó el 15 de junio de 2018. Durante dos temporadas el equipo estuvo próximo a ascender pero falló en los intentos. No obstante, a diferencia del exitismo argentino, el rosarino sigue al frente del plantel y a seis fechas de la conclusión del Championship lidera el torneo aproximándose al sueño de jugar en la Premier League, que empezará a disputarse en septiembre.
Pese a que el fútbol mensura por logros y resultados, Bielsa hace 30 años se hizo un lugar en este mundo, un lugar que hoy es saludablemente preponderante.
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