El delantero de La Lepra ingresó ante Talleres y empezó a marcar el camino de la victoria; el recuerdo de su trabajo infantil, las pérdidas cercanas y la sonrisa del presente: “Esas cosas te marcan para tratar de disfrutar también”.
Cuando entre ausencias y presente futbolístico nadie parecía confiar en Newell’s ante un Talleres con intenciones de alzar la Liga Profesional, apareció Agustín Juárez como una de las cartas del sorpresivo triunfo en Córdoba. El juvenil de 19 años recién ingresado cabeceó al segundo gol de su equipo el centro de Francisco González y desató un festejo alocado hasta con los suplentes, propio de una alegría atragantada y compartida por todos.
En diálogo con TyC Sports, el delantero se mostró muy feliz por su actuación y repasó algunos momentos de su dura historia, por la que llegó a definir “el fútbol me salvó la vida”: “Una alegría muy grande, quiero decirle a mi familia que lo disfrute”, arrancó.
“Empecé a trabajar de muy chico en la calle, a los 12 años de vendedor ambulante, y a los 16 años pierdo a mi mamá. Vendía medias, cortaba el pasto, cuando me fui para Rufino mi papá era albañil y yo lo ayudaba todas las mañanas, a la tarde entrenaba con ese equipo y a la noche hacía boxeo“, repasó sobre sus tiempos jugando en el club Matienzo.
Agustín Juárez: “A mi familia, que los disfrute”
“Les barría la vereda a los vecinos, les pedía, salía con una bici y pedía en las panaderías y no tengo vergüenza de decirlo“, recordó sobre los tiempos de mayor vulnerabilidad. “Pero esas cosas te marcan también para vivir estos momentos, tratar de disfrutar también“, remarcó con una sonrisa.
Los tristes detalles de la historia de Agustín Juárez
En una recordada entrevista de octubre con el diario La Capital, el atacante que había sumado sus primeros minutos ante Lanús, Godoy Cruz y Sarmiento pero no había sido convocado en los últimos cuatro partidos dio más precisiones sobre su pasado.
El gol de cabeza de Juarez para poner nuevamente en ventaja a Newell’s en Córdoba
Allí, relató que vivía al costado de la ruta con su madre y hermanas, y que tras la muerte de su progenitora llegó a caer en el delito, hasta que pudo mudarse con su papá a Rufino. Esos fueron los tiempos de Matienzo, la albañilería y el boxeo. Tras una prueba fallida en Newell’s por su estado físico, extremó su entrenamiento para tener revancha y finalmente quedó. Para entonces, también perdió a su hermano en ocasión de robo y, cuando comenzó a destacarse en Reserva con goles en los clásicos y como artillero, falleció su papá.
Todo lo sucedido le sirvió para valorar el fútbol como medio de superación: “Si veo a un chico en la calle le pregunto si estudia o si juega a la pelota. Ayudo mucho porque estuve ahí, me reflejo en ellos. Trato de darles consejos. Quiero que todos los chicos que están pasando por un mal momento se levanten, que se enfoquen en lo que quieren a futuro. Más allá de las pérdidas, la vida sigue, y eso es lo que me pasó a mí”.