Una vez más retorna la necesidad de pertenecer pero desde adentro del temporal, ese que se sabe que no es gallina y sale a mostrar la cresta. Esto es Newell´s y siempre vale recordar que la pertenencia de estos dos colores, esos que ponen en remojo la antipatía y sale con los huevos al frente; siguen prometiendo hermandad y fidelidad. Hoy volvió “Nachito Scocco” porque: “Sin Newells no puede estar”.
Otro jugador del riñón, otro hincha fanático, otra persona que apuesta a generar un movimiento en conjunto, de tracción y de aliento para sentirse feliz pero con un doble sentido: “Uno de ellos es sin dudas por él mismo. Pero, también parece que disfruta hacer feliz a más de la mitad de la ciudad”. Sabe que la gente lo banca hasta con muletas y que vino en un momento donde el equipo pide a gritos un delantero como él.
El mundo viene parco y está pidiendo a lo Lepra, con las cuerdas vocales destrozadas, que empiecen a germinar nuevos gestos y con más corazón que cabeza. Esto es lo que vuelve a enseñar “Nacho” porque según él mismo, y en conjunto con todo ese mundo que está orando para que renazca algo dentro del órgano que está debajo del cuello y del lado izquierdo del torso: “El corazón manda”.
Esto recién empieza. La trama de esta historia ya se vió con los 40.000 de visitante y las más de 350.000 personas que hicieron de meteoritos en toda la ciudad. Pero lo mejor siempre está por venir. Ya que vuelven a juntarse animales exóticos para volver pergeñar su viaje al campo en busca “de”… Con Pablo Perez pegándole a quien se acerque, el Gato Formica tarasconeando a los ratones, la Fiera organizando la logística táctica del safari inverso, y Nacho quedando solo con el último rival para picotear la red final.
Hoy toda la banda del “Parque independencia” es ese pibe (video que armó la página oficial del club hoy) que se da cuenta de que “Nacho” volvió a su casa y con su gente para hacer salir gritos con sonidos familiares, con gusto a monumento. De ahora en más empieza algo conocido, amigo, pero distinto: La ilusión a la que nos acostumbraron.
Imanol Gallego Fosco