El clásico tiene muchas frases hechas que hemos escuchado toda la vida, “Clásicos son clásicos”, “No importa como lleguen los equipos en la tabla”, “Un clásico se juega con los dientes apretados”, “Los clásicos son partidos aparte”, “Los clásicos son para ganarlos”, “La semana del clásico es una semana distinta”, “Las estadísticas no entran a la cancha”, “Desde chico te enseñan que este es un partido que no se puede perder”, “Esperamos que el árbitro no sea protagonista”, y si, la sabiduría de los viejos.
El clásico es una cuestión de estado, es buenos contra malos, aquí se juegan escudo contra escudo, es el que la tiene mas larga, acá crees en Dios o sos ateo, y que les quede claros a las focas aplaudidoras, “Este no es un partido más”
Jugar un clásico es como ir a la verdulería y queres comprar un maple y te ofrecen tres medidas de huevos, esos tenes que llevar a un clásicos, el maple con los huevos más grande, los que parecen de pato, en el clásico tenes que jugar con los huevos más grandes.
El clásico tiene la impronta de cuando éramos chicos y nos tocaba jugar con los pibes del otro barrio, y aquí no importaba nada, había que masacrarlos a los pibes del otro barrio, ganarles a esos pibes te daba chapa de guapo todo el año.
Para jugar un clásico tenes que tener gravado a fuego el escudo en las paredes del corazón, es un sentimiento y no tiene explicación.
En un clásico solo te importa romperlos a todos, si a esos de la camiseta fea, a los silenciosos del otro equipo y lógico que chapeas con la historia, si sabes que sos el mas grande, si, el de los huevos grandes.
A nosotros los hinchas ya hemos hecho todo, los bancamos y queremos ganar siempre, lo único que le pedimos en este partido es HUEVOS, GARRA Y CORAZÓN, lo demás, lo compramos hecho.
EL Beto