Justo Villar dejó su huella en Newell’s. Inscribió su nombre en la historia rojinegra con el campeonato del 2004. Pero también, y quizás mucho más emblemático, forjó un cariño por sus cualidades como persona. Durante la charla con La Capital el exarquero recorrió su trayectoria, mientras cebó unos tereré implacables para combatir el calor de una tarde tórrida. El actual director deportivo de la selección de Paraguay sorprendió cuando reveló que su papá estuvo en la construcción del Coloso. Estableciendo así un antecedente casi genético con el club del Parque.
– Cuando te bautizaron con el nombre Justo tus padres no imaginaron que serías un jugador muy querido. ¿Es muy difícil ser buen tipo en el fútbol?
– Alguno debe haber que me critique. Sin dudas que es un ambiente más difícil porque no es fácil conjugar el éxito, la derrota y mantener el equilibrio. Pero mis padres sin duda que fueron determinantes en mi formación, porque el respeto y los valores que me enseñaron en casa siempre sostuvieron mi conducta. Cuando se es joven y vas forjando una carrera resulta difícil esquivarle al enojo, pero la maduración implica ser más razonable. Cuando hay bases sólidas el equilibrio predomina, y es un bueno lograrlo porque desde allí surgen la confianza, la credibilidad y el ser un buen profesional. Está claro que es un trabajo, pero sin dudas que tiene una exposición muy grande y hay que actuar con responsabilidad. Demostrando valores a otra gente, dando testimonio de que llegaste de esta forma porque actuaste bien, sin claudicar principios. No tengo dudas que el don de gente está vinculado a la formación, pero también sé que el fútbol puede y debe corregir los malos hábitos para desarrollarse con respeto. Respetar el trabajo del otro y pregonar para que el otro respete el mío. Sé que hay momentos en los que las rispideces propias de un juego de roce provocan desencuentros, pero rápidamente existen actitudes que resuelven todos los conflictos.
– ¿De dónde te abastecías de ese equilibrio?
– De la familia, de la paz y la comprensión de los tuyos, allí donde aprendiste a vivir rodeado de afecto, y que no implica vivir como si todo estuviera bien, sino aprender a vivir sin creer que todo está mal.
– ¿Qué significa Newell’s en tu vida?
– Mucho. Es muy importante. Lo hablamos mucho con mi familia, porque yo venía de ser campeón con Libertad en dos o tres ocasiones, pero nosotros en Paraguay siempre tuvimos como referencia la liga argentina. La tenemos y la vamos a seguir teniendo, como la de Brasil. Y competir en ellas era un desafío enorme, no sólo por la competitividad sino también por la pasión con la que se juega. Por eso fue impactante llegar a Newell’s. Estar en un plantel en el que había jugadores de talla mundial, con el Tolo y con todo lo que significaba el club. Más porque mi viejo había vivido acá y cuando era joven trabajó en la construcción del Coloso.
– Un hecho histórico lo de tu padre.
– Sí, no sé si muchos lo saben, pero mi papá trabajó en la construcción del estadio de Newell’s, en la primera etapa, cuando se hizo la fosa perimetral. Así que era fantástico poder jugar en una cancha en la que tu viejo hizo su aporte.
– Un gran antecedente afectivo.
– Si, además desde el 91 yo seguía con mucha atención la realidad de Newell’s, desde aquella final con Boca, con Bielsa como entrenador y el Tata en cancha como conductor. También la presencia de Alfredo Mendoza en el equipo despertaba un interés, porque Coco para nosotros era un referente del fútbol paraguayo.
– ¿Qué significó el título con Newell’s?
– Un paso trascendental en mi carrera. A 15 años de aquella conquista en cancha de Independiente, y acompañado por una multitud incomparable, hoy se dimensiona mucho más. Siempre que veo algo de aquel momento o cuando nos encontramos con los compañeros me emociono, porque no debemos olvidar el contexto, estábamos en un momento difícil del club, pero con un grupo muy bueno. Que se armó de la noche a la mañana, porque llegamos junto a Ortega, Jardel, Capria, Julián Maidana, Rosada, entre otros, y además había muchos pibes.
– ¿De allí en más Villar fue otro?
– Sí, porque comenzaba mi carrera en la selección de Paraguay y este campeonato me ayudó a hacerme fuerte, más seguro, y me permitió consolidarme también en el arco de mi país. Fue la plataforma de mi despegue internacional, gracias a la que pude lograr un mejor porvenir deportivo y económico. Porque si bien cuando vine ya estaba en la albirroja, debía hacer algo importante en un club afuera de mi país para ratificar mis condiciones y que me permita ganarme la confianza de la gente, no olvides que la selección venía de un proceso con Chilavert, todo un ícono.
– La verdad que era complicado reemplazar a Chilavert, no sólo por condiciones sino por temperamento y volumen.
– (Risas) Sí, la verdad que sí. Pero se me dio la oportunidad y en eso tuvo que ver mucha gente. Y Newell’s. Porque más allá del campeonato, debo remarcar que hubo un aspecto humano muy importante: la gente de Newell’s me trató siempre de maravillas, me contuvo y sostuvo. Rosario conmigo siempre fue generosa.
– ¿Te sentís ídolo de Newell’s?
– No. Para nada. La de ídolo es una definición muy grande y sólo es para un grupo selecto del club. Yo me siento querido y eso me llena de satisfacción. La gente me lo demuestra en las calles de Rosario y en cualquier parte del mundo en la que me cruzo con un leproso. Es un orgullo para mí ese reconocimiento.
– ¿Cómo se ve a Newell’s a la distancia?
– Lo sigo siempre porque estoy ligado al ADN del club, ya que trabajando en la selección de Paraguay antes lo teníamos al Tata Martino y ahora al Toto Berizzo, así que siempre hablamos de Newell’s. Lo vemos con demasiados vaivenes en los últimos años, y sabemos que no es bueno eso, pero también sabemos que no es fácil administrar un club tan grande. Cualquier crisis golpea porque es un club donde el objetivo es salir campeón o jugar los torneos internacionales, y de eso se trata, devolver a Newell’s a esa situación.
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